miércoles, 14 de julio de 2010

Imaginar la realidad


“La imaginación nos llevará a menudo a los mundos que nunca estaban, pero sin ella vamos a ninguna parte“    Carl Sagan

Con la aparente pantalla de salir a caminar y preservar cuerpo y mente, Lara corre en busca de historias.
Sin rumbos ni guías, se sumerge en el aire abrazador de la rambla montevideana.
Atraviesa la enorme senda con la ambición de toparse con personajes, con el anhelo de enriquecer su campo visual y lo diverso de su idéntica apariencia: salir a caminar para buscar salud mental y buen estado físico.
Las formas la abruman. Equipos deportivos negros, blancos y grises. Pipas y hojas de laurel por doquier. Seres corriendo a diferente ritmo pero sin ningún otro fin desacomodan sus expectativas.
Un chico -para ella ahora de nombre Esteban- se entrecruza zigzagueando en una patineta. Sus ojos terminan recorriendo su andar hasta que la abandona en la distancia.
Vuelve. Personas que optan por trasladarse a sus casas por la vereda costanera, seguro sin tener claro algún motivo admirable. 
No miran a sus costados. Entre trajes y maletines andan a cuestas.

Pasados los 25 minutos aún no ha encontrado alguna historia más que la que se imaginaba. En su realidad inmediata no hay intriga.
Los cuerpos reales se tornan pasivos en su búsqueda introspectiva.
Ahora recostada sobre el monumento de Gandhi, observa a una banda de jóvenes y veteranos cantando al ritmo de los acordes que suenan y vuelan por los aires despertando sonrisas en los caminantes.
Un muchacho de pantalón de jogging azul y camisa a cuadros gris, roja y arrugada se desprende de aquélla multitud y se sienta a su lado. 
Enseguida revela su identidad -Federico- para a continuación cuestionarle acerca de su soledad.
Lara contesta que simplemente observa, intenta nutrirse y descubrir patrones y porvenires del gentío que se decide por el fresco ramblero. 
Aprovecha para comentarle que los resultados fueron casi nulos, salvo alguna excepción y ahora en un segundo intento se decide por explorar dentro suyo.
Federico la mira a los ojos algo desentendido. Lara también se confunde. 
El efecto parece apaciguarse. La persona proveniente de aquélla banda no debería reaccionar así.
La realidad imaginaria se disuelve ante sus ojos al ver que aquél joven se va de su lado y se despide ya con un pie encima de su patineta.
Lara corre tras él preguntándole su nombre.
 Manifestó llamarse Francisco y con cara de pocos amigos dijo no haber cruzado palabra alguna con ella.