Al que me dio la vida.
Gracias por darme la posibilidad de verte crecer como Ser
humano.
Estoy maravillada con tu persona, con ese corazón que era
piedra y ahora es diamante.
Honestamente no sé qué pasó, ni cómo pasó, ni
tampoco voy a preocuparme por revolver el pasado. Lo que tengo claro es
que a ti te pasó a manejar otro titiritero.
Te extraño a baldes cuando no estás. Estoy contenta, siento
lo necesitabas. Tu ausencia hizo que crecieras de golpe, y eso es
espiritualidad. Siento te necesitabas en soledad para encontrarte, y lo lograste. Te
felicito.
No es en vano nombrar las peleas mezquinas que teníamos
antes. Agradecida debe estar tu madre de que hayas entendido el mensaje.
Bendecida estoy yo por el padre que me toca ahora. Agradecida con la vida y la
muerte por la intensidad de los cambios.
Somos bastante pésimos para expresarnos en persona, que se
yo, cositas del ser humano, pero cuán lindos se están poniendo nuestros
almuerzos, las charlas, el compartir. Te siento cada vez más cerca de la
verdad.
Papá. Sos un genio. De esos de las lámparas de Aladino. Hay que
pedirte que salgas, hay que mendigarte amor, y ahí aparecés por sorpresa para
todos, dando una respuesta certera.
Has dibujado los hilos de la familia. Vinimos, volvimos. Te
has ido, has vuelto. Te recuerdo cuan adolescente, llevándote el colchón de
debajo de mi cama, sin reparos. Y yo llamándote, siendo adolescente, pidiéndote
que reacciones y te comportes como un adulto.
Pues parece que sos un niño en cuerpo de adulto. Y es lindo
que así sea.
Agradezco al recreo de la vida, a tu espíritu renovado, a mi
abuela y a Martina por haberte desnudado en esencia.
Te amo.