martes, 14 de septiembre de 2010


Exponer sin reparar,
 supone un pecado letal que señala por la espalda a diversos autores descuidados.
Hacer el amor sin percatarse,
 es una disputa existencial de heterogéneos reprimidos encasillados en las formas.
Cultivar sin vehemencia,
 es una destreza que acaba en eternos desengaños de propósitos desnudos de aspiraciones.
Adquirir sin valorar,
 es convalecer una llaga descubierta hasta la eternidad.
Vibrar sin triunfar es el mero vicio de la humanidad.
Bailar sin pisarnos supondría reducirnos a citar dichas trangresiones.