La soledad de un cuarto oscuro a la una de la madrugada.
La noche se sumerge en el interior de Clara.
Pasado y presente resumidos en la luz de una vela que atrae su
conciencia, la adopta como propia y luego la devuelve digerida.
Está creciendo, la vida la está invitando a pasar.
Ella recién lo está comprendiendo.
En lo más profundo de su ser,
una pantalla le proyecta pensamientos, sentimientos, experiencias.
Ella se distiende en un piso frío pero agradable,
contemplando con atención el reflejo de la luz natural en el techo.
Alma, cuerpo y mente eligen la primera fila,
buscando vivenciar el espectáculo en todas sus vibraciones.
Por momentos parecería ser que un actor olvida la letra.
Clara está confundida. Cree no poder dirigir la función.
Las lágrimas en su recorrido natural.
Las sonrisas apagadas invocan la reflexión.
Atemorizada se levanta y toma asiento detrás de los espectadores.
Clara está creciendo.
Ya se encontrarán seguido alma, cuerpo y mente.
Se ubicarán en la misma fila, se involucrarán en el mismo espectáculo.
Y cada vez que el proyector que obtuvo aquélla noche encienda sus luces,
lágrimas, sonrisas y aplausos dispararán destellos de pureza y sabiduría.
Clara seguirá creciendo.