martes, 16 de junio de 2015

Los PERROS también se ENAMORAN




Teo. Lola.
Lola. Teo.
Mucho gusto y más amor.
Sucede que Lola quedó embarazada de Teo (y no sé de cuantos perritos más, cuaracuacuaaaa).
Sucede también que hoy una señora me crucé por la calle me dió una gran idea: Teo y Lola tienen una historia de niños que contar.
La señora que me crucé (creo sin darse cuenta) abrió el portal mágico de la imaginación de una niña. ¡Gracias señora que me crucé! ¡Los perros también se enamoran!

Desde la mañana Teo estaba muy raro, movía la cola sin muchas ganas, pensé que estaba cansado y medio abombado por la calefacción de este hogar que te deja si medio estúpido. ¡Bendita sea la estupidez! Porque cada vez que salgo al frío y me encuento con la coherencia del hielo de la helada de la demencia que hace recién ahora en junio, me dan ganas de salir corriendo a la casita, al calor del hogar, bendita bendita estupidez!

Bueno. A eso de las tres de la tarde extendí la colchoneta de yoga naranja en el living de esta casa tan calentita. Estaba preparando el lugar, ya que tenía la primera clase de yoga con Iara. Y dentro de uno toda esa emoción de volver a reecontrarse con una personita que no ves hace mucho desde este lugar tan lindo y calentito, el corazón. Hay sonidos en la panza. Si. Los hay.

Teo, al extender el matt naranja se recostó sin dudar, tranquilaso. Perro que mira hacia abajo. Esa fue la postura que mantuvo durante muchos minutos. ASANA (Estar y permanecer en una postura) ¡Mimosho!

Momento siguiente, extiendo la violeta. Teo va y se cambia de la naranja hacia la violeta, sin pensar nada, porque en verdad los perros no piensan. (guiño)
Veo las huellas del Teo marcadas como el dedo pulgar en una cédula pero sobre la colchoneta violeta y parto de la ternura. El cae con todo su peso del cuerpo sobre el color violeta, extiende sus patas traseras, suspira muy profundo y apoya la cabeza sobre su patita derecha.

Mientras estaba pasando todo esto dentro del espacio, dentro mío, dentro del perro, estaba por llegar Iarita y nuestros primer encuentro, y todo eso que pasa cuando dos personas considerablemente sensibles se reencuentran luego de mucho tiempo.

Suena el timbre. Marcha Teo desde el violeta hacia detrás de la puerta de la cocina. Una es respetuosa, hay seres que no conectan con los animales, y no entienden que derepente venga un perro llenito de baba colgando por la boca y les manifieste su alegría.

Llegaron Lore y Iara. Teo del otro lado ni se sentía, no rascaba la puerta ni ladraba. ¡Raro!
Nos quedamos solas con Iarita y surgió la pregunta clave: ¿Te gustan los perros?
Me contestó con un ¡SI! con muchísimos signos de exclamación que se escapan invisibles en el aire.

Ahí los presento. AMOR INCONDICIONAL. Alegría de ambas partes. Y termino de entender desde mi espiritu que lo que venimos a trabajar en este encuentro es eso, dar incondicionalmente, entregarse añ dar y al recibir del otro, y a las risas, que son tan pero tan tan lindas.

Siento fue de tanta alegría el encuentro entre Iara, Teo y yo que daba ganas de suspender la estructura de la clase de yoga, y simplemente entregarnos a jugar las dos en hermandad con el perro. ¡Todo es aprendizaje! Uno se programa para algo y hasta que no se lleva a cabo no se siente satisfecho. Mas siento cada vez más latente que no hay absolutamente nada que programar, y estoy agradecida, porque en ese sentir está mi fluír.

Cerramos la puerta corrediza del living de casa, para que Teo no nos “moleste”, y nos regalamos una charla muy linda, de su trabajo anterior con Pilates, de su acertada concepción del yoga “se trabaja la respiración y el cuerpo” siiiii Iarita sii, de mi vinculo con el yoga y de llevar el yoga más allá de la práctica a la vida cotidiana. Que la clase es un ritual hacia nuestro cuerpo sagrado y que ese espacio chiquitito dentro de nuestro enorme día llenito de otras cosas para nosotras es enorme. :)

La clase sucedió mágicamente. Iara se relajó, a pesar de que su madre dudaba se pudiera quedar tantos minutos quieta. Iara sonrió. Iara disfrutó y vivió la clase como una persona normal que es.
“Capacidades diferentes” tenemos todos. ¡DESPIERTEN! Iara tiene bien despierto el corazón que es lo que vale. Si existe difererencia entre ella y los “normales” es porque hay una enorme barrera social y educativa. Siento está sucedeiendo una transformación en mi al respecto y eso me alivia, porque el verdadero cambio está en uno.

La sadhana sucedió muy muy hermosa. Nos reímos mucho porque no nos cuesta nada. Iarita siempre con sus salidas. Hicimos muchos giros con las muñecas y pies moviendo las articulaciones y a mi naturalmente siempre me suena todo, y ella, me dice “Lula, te hace falta un cambio de aceite”.
Oh! Eh! Uh! Ah! Waaaaa. ¡Hermosa!

Hay algo dentro de toda esta historia de Iara que está inmersa en el titulo de “Los PERROS también se ENAMORAN”

Y aquí viene.

(Suspiremos antes de seguir)

El Teo estuvo raro todo el día, pero no caí en la cuenta hasta que Pato mi cuñado me dice: ”Che, Lu, Teo está raro”
Entendí que si. Lo había notado desde el comienzo del día y esa fue mi respuesta instantanea.
Momento siguiente agarro mi celular y veo un mensaje de Fede de Villa Serrana que me escribe: “Bueno están naciendo unas caras arrugadas”. Lola, la del comienzo, estaba pariendo, hijos de Teo, también el del comienzo y de todo el cuento.

Apelé a mi mejor y mayor cerebro (MI CORAZON) y entendí que Teo estaba sintiendo a Lola, y que Lola estaba sintiendo a Teo y que todos nos estamos sintiendo a todos.
Y entendí también por qué la señora de la calle me dijo que tenía que escribir una historia de niños.
Se enamoró el perro. Si Señores Humanos, se enamoró el perro. Sucede. Se los juro.
No se comió las ruedas de un autito de juguete y está por explotar. Simplemente, se enamoró.





martes, 2 de diciembre de 2014

Simón Bolivar 1521

La dirección exacta donde me encontré con este mundo. Y otros tantos.
Entre Pouey y Prudencio de Pena. Desde el año 1 hasta el 21.
Cuando paso por la puerta o cerquita nomás, naturalmente suspiro. Y después trago saliva. A veces lloro. 

Hermano/hermana, Amigo /Amiga, /Guarda, Conductor / Señor, Señora: El lugar donde uno pasó la infancia, se crió y empezó a ser una personita dentro de este sistema es tan esclarecedor de nuestras emociones. Tanto tanto que cuesta imaginarloç Los invito a pasar por las puertas de sus casas de la infancia. Y que pase. Que pase lo que tenga que pasar. 
Vuelvo. Simón Bolivar 1521.
Cuando entrabas, un living de paredes blancas, techos altos, muy amplio de espacio. Una estufita de leña, de esas que casi nunca se prende, dos, tres veces al año como mucho. Cuadros entre grises, marrones, todos encerraditos en sus marcos.  Pasando como un alerito un comedor de esos de Disney, de Princesas y Reinas. Nunca se usaba. Al pasar una puertita-marco de madera te sumergías en el estar.
Como “estar” en otra casa. Colonial, madera, cuadritos chiquitos con colores, muy campestre, una estufa de leña que si que se prendía y cuan mucho, y qué lindo, y y y y y y  arreee!  Allí donde uno se calentaba la colita, las manitas, pelvis. Fuego. Un ventanal enorme de vidrio, que no era tan solo una ventana, también era puerta, que daba a un patio de ensueño, con tres pisos (si, tres pisos), todo con baldosa y a sus costados un arsenal de plantas hermosas que cuidaba el jardinero de mi familia: Mi papá.
¿Viste eso de que uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde? Bueno, eso. Está sucediendo. O aquello de que buscamos la felicidad, y cuando miramos para atrás un poquito nos damos cuenta que fuimos felices sin darnos cuentas. ¿Qué coños? Me río. Lloro. Me río. Lloro. Y así. Ahora me estoy riendo.

Bueno, el jardín. Al fondo tenía un parrillero con una mesa redonda que entrarían unas 15 personas sentaditas cada una en una silla sin chocar el bracito del compañero (muy cómodos) y sirviéndose comida del centro de mesa que giraba. Si. Giraba. De madera era. Entraban bastantes platos, como para que uno tenga una variedad amplia para elegir.
El parrillero. Lo voy a decir denuevo, y lo voy a escribir con mayúsculas. EL PARRILLERO. 
Estaba entre plantas de diversos colores y tamaños. ¿El dueño? Mi padre. Y con mucho entusiasmo. El se llevaba su equipito de música (estilos diversos escuchaba, y escucha)  y con ese entorno amigo entonaba la magia del asador.  Su día estrella: 31 de diciembre. Ese día mágico. La cantidad de comensales de ese buen hombre que andaban olfateando como perros alrededor de su magia. Servía, preguntaba por el sabor, se regocijaba ante los  halagos de los perros salvajes que le devolvían el encanto con rabos moviendose de izquierda a derecha, de derecha a izquierda (me gustan mucho los perros).
Sigo el recorrido.
La cocina, también colonial. Llenita de madera y algunos azulejos azules (azulejos azules, qué qué?) La alacena de ese lugar era mi perdición. El tema era conseguir las llaves de ese tesoro donde se escondían galletitas, chocolates, todas porquerías que  a nosotros los niños nos gusta comer. (Si. Nosotros. Los niños).
412414. Caja Notarial. El interno de la oficina de mi vieja fue variando, pero ahí la llamaba todas las benditas tardes para preguntarle qué había para merendar, sabiendo (claro) que toda la magia estaba en la alacena bendecida por todos los Dioses del Niño. Creo en algún momento llegué a poseer las llaves de ese tesoro. Las perdí. Alguien que me las devuelva por favor. Gracias! Me sigo riendo. Es muy lindo escribir sobre esta casa.
Sigo con el recorrido.
Entonces de momento pasamos por el living, el comedor, el estar, el patio con parrillero, la cocina (y su alacena). 
Del piso de abajo me falta el sótano, pero me voy a permitir dejarlo hasta el final.
Cuando entrabas, estaba el living y todos los cuadros y eso. Bueno, a la izquierda había una escalera, que daba al segundo piso. De mármol, granito amarillento con colores rojos y marrones, tenía una baranda para sostenerse con las manos si ibas medio como que necesitando ayuda para subir, pero que si subías tipo caballito te llevaba sin escalas y gozando hasta el primer piso. Amor por esa baranda. Amor por la infancia y la plenitud de nuestro cuerpo. No es joda. Es hora de bajar por las barandas de las escaleras como niños.
Cuestión que la escalera daba un giro en un momento y estabas en el segundo piso, el de los cuartos. EL PISO DE LOS CUARTOS DE MIEMBRO DE LA FAMILIA.(Oooohhhh!)
A la derecha, el cuarto de Patty (que supo ser el cuarto de juegos, donde manché toda su alfombra revolviendo en una caja de zapatos remedios de mi madre, pero ahora no importa). Al centro el cuarto de Lucía. Y a la izquierda el cuarto de la Petty. Recuerdo el poster de Beverly Hills en el cuarto de la derecha, el de Beavis & Butthead en el mío personal, mostrando el culo con descaro (regalo de mis padres, si Señor!) y la Petty que supo amar a las Azúcar Moreno y llevarlas en su placard, cosa que cada vez que se fuera a vestir acordarse que “Solo se vive una vez” y ”Apaga el televisor”. ¡Qué linda la infancia! No me canso de decirlo.
Enseguidita del cuarto de Petty estaba el baño. Allí donde se filmó el final  del primer cortometraje en grupo de mi hermana Silvana, donde una chica drogadicta tiraba su último gramo de cocaína al water, decidiéndose por vivir una vida sana y despegada de los vicios. Si mi memoria no me falla el cortometraje se llamaba “No estamos solos” . Corría el año (si la memoria no me falla), 1998. VHS. Edición manual. Todo ese chucu que nos hemos olvidado. También corría Hugo (un ser de la biblioteca de nuestro colegio, que era como Superman, o quizás mucho mejor) que te editaba todo el cuestión, sin peros ni por qués. Bueno, en ese baño también fue mi primera experiencia de sonambulismo. Me desperté. Y estaba frente al espejo, con la luz prendida. Mirando. Mirándome.  Salí corriendo a la cama. Cuando me estaba por dormir apareció ese dragón violeta que se presentaba sin cesar desde la ventana del cuarto de mis padres, y me tiró fuego, amarillo. Y yo salía corriendo al cuarto de mis padres, al medio, no me atrevo a decir hasta que edad, pero creo que la última vez era bastante pelotuda, pero qué va a hacer, los necesitaba. El dragón con fuego amarillo ahora es mi mejor amigo.
Siguiendo la corriente del baño venía el cuarto de mis padres, pero antes de hablar de el me gustaría mencionar aquél lugarcito que se prolongaba a la izquierda de nuestras vistas, aquél  “rinconcito estar” donde estaba la computadora, donde chateaba por icq con mis primeros novios a los quince años,  que tenía estufa de leña, y que  fue el cielo en aquél cortometraje de la drogadicta, porque le sacabas los almohadones negros que tenía y abajo era todo blanco, y era cielo.
Había una estufita de leña (ya vamos ¡Es una magia!), que se prendía mas o menos dos tres veces por año (como la de abajo) pero que cuando se prendía albergaba los mejores Mario Bros 1, 2 y 3 en el Nintendo y “Mira quién habla” en todas sus versiones. Y, y, y, y los reyes magos dejaban siempre sus regalitos ahí, y el pastito y el agua no estaban. Mágico lugar el estar de arriba.
De repente, cuando bajas la escalera. El sótano.
La luz a veces prendía, a veces no. Había que bajar una escalera empinada que te transportaba a un lugar horrible, pero que había que transitar.  Allí estaban: El arbolito de navidad metido año tras año en una caja llena de polvo. Cajas de cosas, cositas, pequeñeces que no sirven para nada pero igual las guardamos. Polvo, polvo, polvo. Ratas. Y la caldera de la calefacción que hacía pila de ruido. Me recuerdo de niña yendo corriendo a buscar la cajita del arbolito, y marchando corriendo por la escalera gris para arriba, donde estaba aquella estufa en ese living frío, y ese arbolito de navidad que con sus lucecitas lo llenaba de vida. Una por una colgaba las estrellitas, corazones, Papá Noel en trineo, estrellita, chirimbolo, no me importaba nada. Y así, me olvidaba, y olvido de aquél sótano gris y oscuro llenito de ratas, que había albergado sin querer y saberlo, toda esta magia.
¡Bienvenida!
¡Gracias!
¡Te amo niña!



viernes, 21 de noviembre de 2014

Posible encuentro en la Luna

Quedaron en encontrarse a las nueve de la mañana de aquél sábado de primavera en la Luna. El tomó la primera nave que salía ese mismo día. Ella no sabía como ir.
Así comenzó todo. El estaba allí esperando. Ella aquí dudando, sin saber qué medio podía transportarla al lugar acordado. Salió a pedir ayuda, de nada le sirvió.
En la luna no hay teléfono.

sábado, 19 de julio de 2014

Iba y Camino

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Iba rápido. Muy rápido. Sin sentir los toques de puerta que le daba el corazón a cada segundo.
Iba rápido. Muy rápido. Persiguiendo quién sabe qué cosa. Lo único que puede asegurar es que seguro aquello no era para el.
Iba rápido. Muy rápido. Durmiendo en vida, viviendo en sueños.
Iba rápido. Muy rápido. Reprimiendo ira, callando llantos, falseando sonrisas.
Iba rápido. Muy rápido.
Rápido.
Muy.
Iba.

Camino despacio. Muy despacio. Sintiendo a mi corazón, abriéndole la puerta, tocándolo.
Camino despacio. Muy despacio. Persiguiendo quién sabe qué cosa. Lo único que puedo asegurar es que este camino es para mi.
Camino despacio. Muy despacio. Soñando en vida, durmiendo en sueños.
Camino despacio. Muy despacio. Entendiendo la ira, escuchando mis llantos, sonriendo sinceramente.
Camino despacio. Muy despacio.
Despacio.
Muy.
Camino.

jueves, 19 de junio de 2014

Ha llegado un nuevo Ser a nuestro mundo

Hoy la conocí. Se llama Alfonsina. Hija de mi amiga de la vida y de mi alma.
Un ser acurrucadito en su madre, inocente, frágil, sensible.
Nació por parto natural.
Mágico el momento en que mi amiga nos contaba como comenzó todo. Primero contracciones suaves, luego más intensas, preguntas del que será, si será el momento.
Alfonsina había decidido llegar a este mundo, y así fue que en esa simbiósis de madre e hija empezó el jolgorio entre los padres, entre risas de no entender que estaba sucediendo, entre contracciones de que un nuevo ser estaría naciendo, entre lágrimas de emoción, entre confusiones de “donde estoy, quien soy”.
Mi amiga Flo es madre.
Me contó que su ginecólogo suele poner música en el parto.
Cuando ya estaba a punto de encontrarse con Alfonsina, el médico le dijo “Dale que sale con esta canción”. Y así fue. La vida es hermosa. La naturaleza es magia.

Alfonsina, bienvenida chiquita. Gracias por tanta luz a esta familia que recién empieza a andar. Gracias por la luz que emanas con tu silencioso vibrar.

Joan Manuel Serrat le dió la bienvenida con esta letra y esta canción.

Bienvenida a este mundo chiquitita.

https://www.youtube.com/watch?v=zn134DMTtbY

A menudo los hijos se nos parecen,
así nos dan la primera satisfacción;
esos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, hay que domesticar.

Niño, deja ya de joder con la pelota.
Niño, que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos para dormir.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada y en cada canción.

Niño, deja ya de joder con la pelota...

Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día nos digan adiós



viernes, 13 de junio de 2014

Sobre la terapia de escribir y el maravilloso recorrido por las ramas

Me pregunto: ¿Por qué este deseo almico de escribir?
La respuesta: Siempre cae antes de que termine de formular la pregunta.

Magia. Escribir es un favor que me da la Existencia para conectarme con mi Esencia, mi verdad, un pasaje del Cielo a la Tierra.

Las ideas eternamente andarán merodeando en mi individualidad. Afianzarse a escribirlas elabora un ritual. Me enfrento a la hoja en blanco y allí sucede el milagro de que ese vacío cobre vida.
Ese libre albedrió cargado de adrenalina, aquél instante en que uno decide estampar una pequeña porción de sus sentimientos.

Decido crear mi atmósfera, que ayuda (y mucho), a convocar a esta tertulia a ese costado del corazón que está ahí, pendiente, anhelando le coloque unas alitas y lo lance a volar.

Me siento en el escritorio de mi cuarto, avivo una música clásica, reactivo un vino rico, un tabaco, muchos inciensos, y ahí aparece el corazón, que se apodera instantaneamente del lugar.

Hoy el día es un tanto extraño. Luna Llena. Mercurio retrógrado. Viernes 13.
Aterrizo en la playa, contemplo la luz de la Luna que refleja en el agua montevideana. Son las 20:30 de la noche.
Observo. Pido un deseo. Despojarme de todos los miedos. La luz me contesta es una tarea de las dos. Menciona mi nombre.

Lucía. La que nació a la luz del día. Alegre, sensible y muy arraigada a sus afectos. Perseverante cuando se propone algo. Buena amiga.
Hasta parece que Santa Lucía es la patrona de los ciegos, ya que según la leyenda fue una martir siciliana de tiempos del Emperador Galerio que recuperó la vista a pesar de que le habían arrancado los ojos (creo que de ahí viene mi complejo de Electra! Ah no, era Edipo con la madre, bueno no sé, hay que darse la libertad para cambiar las historias).

Lo más asombroso de todo es que seguro mis padres a la hora de elegir mi nombre lo hicieron a “la que te criaste”, ignorando significantes del cuestión.

Siempre agradecí muchísimo mi nombre. Me atrae, divierte, me maravilla. Esoterismos de la vida. Cuando elegimos el nombre de un hijo sin querer en algún espacio chiquitito estamos zurciendo sutilmente su identidad. Así parece.

La cuestión es que nacemos. Nos ponen un nombre. Lloramos sin saber como nos llamamos. Nos apropiamos de los senos de nuestra madre. Un día empezamos a comer. Luego a andar. Comenzamos a hablar, a decir verdades, y cuantas verdades dice un niño inocente, libre del sistema.
Reímos, y con ese frenesí llenamos nuestro hogar de alegría. Derepente lloramos, dandole la oportunidad a nuestra madre de acobijarnos.

Crecemos. Maduramos. Intentamos desapegarnos de la teta, la madre, la familia, la estructura. Ahí es cuando se genera la revolución. En nosotros y nuestro entorno. El pasaje de la dependencia a la indepencia. Un pasaje de ida, no hay regreso.

Anhelamos ser Uno para el todo. Nos damos contra toditas las paredes de nuestra existencia.

Llega un día que lo alcanzamos. Y ahí comienza la Odisea. Aventura colmada de maravillas Existenciales, donde cada uno puede abrir sus alas y volar en la inmensidad interminable de su alma. Que lo es todo. Un camino de encuentro con uno mismo. Hermoso. Intenso. Llenito de detalles.

El mundo está cambiando. A pasos agigantados.
Deseo todos mis seres amados aprendar a bailar con el viento, bañarse bajo la lluvia, entonar canciones con vehemencia.

Inhalar vida. Exhalar angustia.

El corazón nos está remolcando hacia la verdad. Démosle la bienvenida.

viernes, 23 de mayo de 2014

A mi viejo


Al que me dio la vida.
Gracias por darme la posibilidad de verte crecer como Ser humano.
Estoy maravillada con tu persona, con ese corazón que era piedra y ahora es diamante.
Honestamente no sé qué pasó, ni cómo pasó, ni tampoco voy a preocuparme por revolver el pasado. Lo que tengo claro es que a ti te pasó a manejar otro titiritero.
Te extraño a baldes cuando no estás. Estoy contenta, siento lo necesitabas. Tu ausencia hizo que crecieras de golpe, y eso es espiritualidad. Siento te necesitabas en soledad para encontrarte, y lo lograste. Te felicito.
No es en vano nombrar las peleas mezquinas que teníamos antes. Agradecida debe estar tu madre de que hayas entendido el mensaje. Bendecida estoy yo por el padre que me toca ahora. Agradecida con la vida y la muerte por la intensidad de los cambios.

Somos bastante pésimos para expresarnos en persona, que se yo, cositas del ser humano, pero cuán lindos se están poniendo nuestros almuerzos, las charlas, el compartir. Te siento cada vez más cerca de la verdad.
Papá. Sos un genio. De esos de las lámparas de Aladino. Hay que pedirte que salgas, hay que mendigarte amor, y ahí aparecés por sorpresa para todos, dando una respuesta certera.
Has dibujado los hilos de la familia. Vinimos, volvimos. Te has ido, has vuelto. Te recuerdo cuan adolescente, llevándote el colchón de debajo de mi cama, sin reparos. Y yo llamándote, siendo adolescente, pidiéndote que reacciones y te comportes como un adulto.
Pues parece que sos un niño en cuerpo de adulto. Y es lindo que así sea.
Agradezco al recreo de la vida, a tu espíritu renovado, a mi abuela y a Martina por haberte desnudado en esencia.
Te amo.