viernes, 16 de abril de 2010

El hombre que odiaba a las mujeres

Libros de la Arena. Benito Blanco y Avenida Brasil.
Una excelente librería, dicho sea de paso.

Eran las ocho de la noche, venía de comprarme la latita de cerveza digna de un viernes posterior a una semana dura de trabajo.
No dudé un segundo, no sabía bien qué quería, qué buscaba.
Por lo visto entré.

Cada vez que visito una librería una ola de arte apaciguador recorre todos mis sentidos y los regresa a su posición natural.

Pregunto por la sección de libros de cine. Me la indican y me dirijo sin escalas. Miles de libros distribuidos entre estantes, piso y mostradores desorbitan mi atención. Los quiero todos, pero debería elegir uno.
Estableciendo un orden de prioridades me acerco a la vendedora.

-Disculpá, ¿libros de guión tienen?
-Si, claro. Dejame ver. Todos estos que están acá son de guión - me dice en puntitas de pie señalándome uno de los inmensos estantes renovadores de conocimientos.
-Uy! Va a estar difícil la decisión
-Si, la verdad que son todos muy buenos. ¿Estudiás cine?
-Si
-Yo siempre quise pero nunca me puse las pilas, pero he leído unos cuantos libros
-Claro, yo si trabajara acá me gustaría ser cineasta, psicóloga, doctora, socióloga, capaz que hasta estudiaría para astronauta (Risas)
-Si, es verdad, es muy lindo trabajar acá. Pará que te traigo una escalera para que puedas vichar bien los libros
-Dale gracias

En unos pocos segundos ya estaba la simpatiquísima mujer caminando hacia mi cargando la escalera con una sonrisa enorme dibujada en su rostro.
-Vichá tranquila todo el tiempo que quieras. Cualquier cosa me preguntás.
-Perfecto! Muchas gracias! (Me quedaban apretadas las palabras para hacerle entender que realmente estaba agracecida).

Comencé a hurgar entre libros, teorías, imágenes, índices, manuales. Me quería meter dentro de cada uno de ellos.
Es increíble el sentimiento de posesión que nace de un libro que capta tu atención.
No puedo dejar de mirarlos, dejarlos y volverlos a mirar.
Me introduzco en la lectura como si estuviera en el sillón de mi casa.
Y así fue.
Hora y media contabilizadas por el aproximado reloj mental (no tengo en la muñeca, pero cuando llegué a mi casa eran las 9 y 40).

Manual del guionista.
Teoría del guión.
Cómo escribir un buen guión.
Historia del cine uruguayo.
Historia mundial del cine.
La fotografía y el cine.
Todos eran espectaculares y me tenía que llevar uno.

En Libros de la Arena -como en casi todas las librerías- suelen escribir los precios en lápiz en la primera página de los ejemplares.
Esa fue mi tarea a seguir, abrir libro por libro y ver qué tanto me iba a doler -comprarlo claro, no leerlo-.
Decidí que de aquí en más para cumpleaños, aniversarios, recibimientos, nacimientos, cualquier tipo de festividad voy a pedir libros o plata (para comprarme los libros).
Reviso mi billetera con la certeza de que entre billetes y monedas llegaba a comprar uno de esos títulos que parecería tanto me iban a regalar.
Nada. $250.

Vuelvo al ruedo. Aparto los de $500 para arriba y me introduzco en los libros viejos, finitos pero no por ello menos interesantes. Ya me había bajado y subido de la escalera unas 50 veces. Pero esta vez zafé, los libritos para personas que no cuentan con mucho dinero en su billetera están al alcance de los pies, recopilados en columnas sobre el piso.

Me tenía que decidir.
Mis amigas me estaban esperando para charla-cena-cerveza.

“Escribir un guión de cine o televisión”, de Valeria C. Selinger.
Un libro con un título simplemente explicativo, que no promete ni compromete, con una claqueta en la tapa, sin índice para rápidos electores de libros pero que en una barajada de páginas resulta interesante.
Nada. $250.

-Llevo éste.
-Te decidiste al final.
- (Risas) No, pero llevo este...ya me decidiré en otra hora y media y con plata en el bolsillo - dije sonríendo con simpatía a la chica de la escalera y de las múltiples y soñadas profesiones.

Apoyada sobre el mostrador, en el proceso de te pago - me pagás - me das la boleta - te doy el libro, veo entrar a un hombre de traje negro, camisa blanca y corbata gris con su hijo de alrededor unos 12 años.

- ¡Disculpá! El hombre que odiaba a las mujeres, ¿lo tenés?- pregunta el hombre con un gesto de incertidumbre en su rostro.
- ¿Y Harry Potter 7? - pregunta su hijo sonriendo con mezcla de inocencia y picardía.

El ahora intrigante hombre lleva los lentes a su rostro, levanta el libro en un ángulo superior a sus ojos y comienza a leer la contratapa cargado de concentración.
- Papi mirá este libro, es de una peli de terror que está demás - le comenta su hijo con un marcado entusiasmo de querer llevárselo para leer esa misma noche.
El padre no responde. Sus sentidos estaban inmersos en aquél título implorado con tanta certeza.

Me fuí.
Camino a casa me intrigué.
¿Será una novela?
¿Para qué quiere un hombre leer un libro sobre otro hombre que odia a las mujeres?
Seguro es un resentido.
Quizás no y es un regalo para un amigo que sí lo es.
De golpe es su manera de pedirle el divorcio a la mujer.
O de repente simplemente se lo recomendaron y el libro narra la historia de un hombre que siente todo menos odio por las mujeres.

Qué se yo...la cuestión es que el autor se la jugó con el título, me dejó pensando, y es por ello que en esta entrada le regalo el mío.
Resta googlear y quitarse la sangre del ojo.

www.librosdelaarena.com.uy

2 comentarios:

  1. Ufff...
    Cuántas cosas para decir. Pero, como vos frente a los libros, tendré que decidirme por alguna porque si no no terminaría más. Por suerte esta elección no depende de la plata que tengo sino nomás de mi voluntad. Concordamos, evidentemente, con que las librerías son lugares sagrados sin tiempo. Cuando era chica, no recuerdo exactamente la edad pero lo suficientemente chica como para que me gustaran los libros y la gente se sorprendiera por eso, mi paseo favorito (en esa época se decía paseo y no salida) era ir a lo de mi abuela, que vivía en pleno 18 de Julio, una calle que para mí era toda una ciudad, que tenía comercios abiertos hasta las 12 de la noche (wow) y en donde la gente caminaba tranquilamente a esa hora así fuera martes. Entonces, mi abuela me llevaba a la librería Feria del Libro, que sigue estando en 18 y Yaguarón, y me dejaba elegir 3 o 4 libros de esos de 10 y 20 pesos que ponen en unos mostradores que dan a la calle. Eso era la felicidad. Total y absoluta. Después, llegar a casa con esos libros usados, buscarle entre las páginas si tenían alguna firma, algún rastro de su dueño anterior e imaginar quién podría haber sido (mi abuela me ayudaba en eso) y olerlos, distinguir el olor del papel viejo y el recién impreso... felicidad total y absoluta. Insisto.
    Hoy me sigue pasando, aunque lamentablemente ya no le encuentro tanto atractivo a los libros de 10 y 20 pesos y me pasa como a vos, que me quedo horas fascinada con los estantes y contando las monedas para ver cuál de esos tesoros me puedo llevar conmigo. En casa, tengo una biblioteca propia y otra heredada, adoradas ambas. Ahora estoy comprando mucho libro para la tesis, he tenido que incursionar en la compra por Internet y estoy deseando que llegue el día en que pueda leer pura y exclusivamente por placer (y sin culpas, como me pasa ahora que estoy leyendo La elegancia del erizo y de vez en cuando me da remordimiento por no estar leyendo algún ensayo de Stanislavski a su vez).
    Tengo varios libros de guión. Todos a tus órdenes.
    Veo que ambas somos ratones de biblioteca. Mirá en Facebook mi álbum de Enriqueta y Felini. Con algunas tiras seguro te vas a sentir identificada.

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  2. Pd. ¿Leíste finalmente el libro que le da el título a esta entrada? Yo oí hablar mucho de él pero, como a todo best seller (y aunque en este momento esté leyendo uno) le tengo un poco de desconfianza.

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