miércoles, 28 de abril de 2010

¿Qué mierda querés?

Manuel. 24 años. Sale de su casa. Traje, corbata y portafolio.
Esperando el 181 en Luis Alberto de Herrera casi 8 de octubre, comienza a sentir un calor alarmante.
Se quita el saco. Un poco mejor.
Se afloja la corbata. Deja el portafolio sobre la vereda, acostado sobre el barrote de la parada.
El fuego va en aumento. Se deshace definitivamente de la corbata, apoyándola sin cuidado sobre el maletín.
Amaga a quitarse la camisa, comenzando por desabrochar los primeros botones.
Una joven de apróximadamente 27 años -que parecería estar esperando transporte para ir a cualquier lugar-, intenta pero no puede quitarle los ojos encima. Aplica la técnica del reojo, intentando simular exenta de triunfo.
Manuel la percibe y prosigue clavándole una mirada intimidante.
Se termina por decidir y se arranca la camisa con desespero.
La joven se aleja. Opta por esperar el ómnibus recostada sobre las ya casi desintegradas rejas de una casa.
Manuel comienza a acercarse. Ella se dirige hacia la esquina. Mira hacia los costados buscando cobijo. Se quita la mochila de la espalda, la coloca sobre su estómago y la abraza con el mayor de los apegos.
Los pasos precipitados de aquélla muchacha obligan a Manuel a correr hasta alcanzarla.
Consigue llegar y aferrarse de su brazo con torpeza. La joven se reprime el grito de auxilio en la garganta, lo mira a los ojos y por acto reflejo le responde con una mirada atemorizante que deja a Manuel desconcertado.

-No te vayas! No te voy a hacer nada...
-¿Qué mierda querés?
-¡Saber quién sos, eso quiero!

(En ese mismísimo instante un popular oportunista se hace cargo del maletín, la corbata y la camisa arrojados sobre la vereda. Manuel observa el arrebato carente de interés. Alza los hombros y la mira a ella con un gesto de frustración que le es devuelto con una sonrisa enternecedora).

-Soy lo que ves
-¿Y dónde estuviste hasta ahora?
-Me agarraste en esta parada de causalidad
-No creo en las casualidades
-Dije de causalidad
-¿Y adónde vas ahora?
-¿Vos dónde vas?
-¿Cómo?
-¿Dónde querés ir?
-Contigo, adonde sea
-Donde sea no es ningún lugar
-Podemos ir a mi lugar, el mejor refugio. ¿Querés?
-Mmm. Bueno, con probar no pierdo nada. Pero vamos ya que se nos hace super tarde.




Manuel ahora camina de su mano semidesvestido, ansiando finiquitar el desnudo apenas arribe a su lugar, haciéndole el amor a la recién hallada vocación.


1 comentario:

  1. “Donde sea no es ningún lugar” 

    ....
    Cuánta razón.

    Y a la vez lo son todos, ¿no?

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